El amor de Dios restaura todo



     ‎Amados, hoy día estamos siendo tan sometidos por la soberbia y la intolerancia, que entre otras cosas, hacen que el perdonar sea algo ilusorio. Nos hemos vuelto tan intransigentes y orgullosos, que creemos que a alguien que “nos deba algo” no podemos perdonarlo, sino hasta verlo humillado.

     ‎La falta de perdón está destruyendo a muchas familias, ya que perdonar se hace una tarea algo complicada tanto para el que la ofrece, como para quien la acepta. Aun y cuando la ofensa haya sido muy fuerte, para esa ofensa la cura es el perdón. ¡El perdón libera al ofensor y al ofendido!

     ‎Perdón es un vocablo muy esquivo y difícil de ser usado por nosotros; por ello debemos acudir a Dios para que llene nuestros corazones de su amor incomparable y así podamos perdonar, porque ¡no hay nada que el amor de Dios no restaure!

     ‎Hoy en nuestras Reflexiones en Familia vamos a compartir una maravillosa porción de la palabra inspirada por Dios, que el apóstol Pablo en el capítulo 2 de su Segunda Carta a los Corintios, versículos 10 y 11 de la Nueva Versión Internacional, escribió: “A quien ustedes perdonen, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas”.

     ‎Queridos hermanos y amigos, terrenalmente, el perdón es la acción de perdonar y hace referencia a solicitar u otorgar a alguien la absolución de una obligación o un fallo; significa disculpar a alguien que nos ha ofendido u obviar el agravio. En La Biblia, perdonar deriva de una palabra griega que significa literalmente “dejar pasar”; igualmente, en La Palabra se nos enseña que el perdón se basa en el amor, ese que no guarda rencor, ese que nos indica que no hay límites para perdonar; pero que también nos advierte que hay consecuencias al no hacerlo. Sí consecuencias espirituales, emocionales y hasta físicas, ya que cuando no perdonamos, emocionalmente algo nos quiebra y en muchas ocasiones nos sentimos angustiados y hasta nos enfermamos físicamente; además de eso, nos invade el remordimiento, resentimiento, falta de paz y hasta deseos de venganza en otros.

     ‎¿Te nace perdonar? El perdón, es una decisión, no un sentimiento y, si esperamos hasta sentir el deseo de hacerlo, muy probablemente jamás lo hagamos; ya que el perdón es más fácil predicarlo que practicarlo; pero debemos tener presente que es un paso fundamental hacia la reconciliación.

     ‎En La Biblia encontramos grandes historias sobre el perdón, entre ellas la de José hijo de Jacob, al cual sus hermanos lo vendieron como esclavo; pero años después, cuando llegaron a Egipto buscando comida durante una hambruna, José los perdonó y proveyó para ellos, enseñándonos que perdonar es dejar atrás el pasado. Jesús es el más grande ejemplo, y en la cruz exclamó: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Expresión esta, que nos señala su inmenso amor y nos enseña a perdonar; ya que Jesús, aun en medio de tanta vejación y humillación, perdonó a los que lo crucificaron, mostrando su amor y su compasión hasta el último instante de su vida terrenal. Jesús escogió perdonar, ahí está nuestro ejemplo!

‎Amados, si perdonar es difícil, ¿será que pedir perdón es más fácil? Muchos creen que pedir perdón está asociado a ser débil; pero puede ser todo lo contrario. Pedir perdón es algo digno de valor, de madurez y crecimiento. En la cultura japonesa es más humillante no pedir perdón que lo que representa en sí el error cometido. Hermanos, pedir perdón no sólo puede ayudar a sanar heridas, sino también a cimentar lo que ha de venir; pedir perdón es aceptar que no hicimos algo bien, pedir perdón quita una enorme carga de encima y nos libera, aun cuando la otra persona quiera o no perdonarnos. ¡Perdona y reflejarás a Cristo; no lo hagas y te parecerás al que te lastimó!

     ‎”Porque si perdonan a otros sus ofensas, también les perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre perdonará a ustedes las suyas”. Mateo 6:14-15 (NVI).

     ‎Quizás por orgullo o temor a las consecuencias, por ego o por el qué dirán, aceptar un error y pedir perdón está entre las acciones más difíciles de hacer por el ser humano; pero es bueno recordar, que las ofensas que suframos, jamás serán peores que lo que nosotros hemos hecho contra Dios. Pedir perdón no siempre significa que estás equivocado; solo significa que valoras tu relación más que tu ego. Amado, debes comprender que no pedir perdón, tan igual como no perdonar, puede dejar una herida incurable en tú corazón; y que, sea cual sea tu historia o sea cual sea tu razón, solo con el poder sanador del perdón vas a experimentar paz y libertad.

     “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, alcanza la misericordia”. (Proverbios 28:13 (NVI).

¡Bendiciones para todos!

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